Flores, lentejuelas, colores, plumas; así es el traje que luce Monserrath Astudillo mientras hacemos la sesión de fotos para la edición de febrero de la Revista Travel.ec.
Este atuendo -que ha viajado cinco horas de Chone a Quito para ser parte de nuestra sesión de fotos es una creación del artista plástico Wenceslao Muñoz, quien en varias ocasiones ha diseñado los trajes típicos para las representantes de Miss Ecuador. Curiosamente, el vestuario va acorde con la nueva obra de la actriz cuencana que se titula “A la voz del Carnaval”, y que -según nos cuenta- es un reflejo de los ecuatorianos en sus diferentes facetas y se presentará en el Teatro San Gabriel en marzo; un escenario familiar para ella ya que ahí ha presentado otras propuestas como “El Amor es un Cabaret”.
Cuando converso con ella sobre el año que se fue y las expectativas del 2023, Monserrath me dice que la activación del sector artístico ha sido un reto. Pero que a nivel escénico tuvo muchas propuestas por desarrollar porque la pandemia “le dejó con mucho material y mucha avidez para crear personajes y obras con otros puntos de vista”. Durante la entrevista, fue difícil olvidar aquella época de encierro que para la actriz tuvo un lado bueno: “La creatividad en mi se reactivó. Fue importante darme cuenta de muchas cosas, de lo relevante que es el teatro, el arte en general, para movilizar las energías de las personas. También fue gratificante saber que la gente estaba ansiosa por volver a verme en el escenario, en las tablas. Eso para mi fue invaluable”.
Y como respuesta a esa demanda de su público en unos días presenta la obra, en formato stand up comedy, en donde la figura del carnaval le permite reflejar algunos aspectos que están presentes en la sociedad y que se evidencian a través de una fiesta pagana de la cual luego de cuarenta días, los participantes tendrán que expiar sus pecados, según la tradición.
Pero el carnaval es fiesta, celebración, es recuerdos, es agua. “Es muy importante para nosotros como identidad. Es una fiesta en la que no hay diferencias, clases sociales, o condiciones. Todo el mundo juega carnaval a su manera, es un formato muy popular. Se celebra en muchos países y en Ecuador tenemos esta celebración de vecindario, de barrio. Esto me lleva a conjugar varias sensaciones.
Porque además esa canción (“A la voz del carnaval”, que le da nombre a la obra), me lleva a espacios muy íntimos de mi infancia, de recuerdos, de sabores, de colores y de sensaciones. Creo que los ecuatorianos cuando llega el carnaval, disfrutamos de la limpieza que nos da el agua…”, comenta.
El Teatro, una forma de liberación
El carnaval es además liberación. Como lo ha sido el teatro para Monserrath. Eso me cuenta cuando le pregunto sobre su oficio: por qué lo ha escogido y cómo ha sido vivir de él en un país como Ecuador. Esto la llevó al pasado, a Cuenca, en donde nació hace 47 años. “A los cuencanos se nos conoce por ser bastante conservadores, tradicionales y que cuidan mucho sus espacios familiares”. Por otro lado, en Cuenca en esa época no había una cultura del teatro, a pesar de ser una ciudad con grandes exponentes en literatura, artes plásticas y poesía.
Esto la llevó a estudiar la carrera de Comunicación Social en la universidad. Sin embargo, siempre corrió por sus venas ese deseo de estar en las tablas, frente al público. “Pero encontré mi propia forma dentro de la actuación, de manera muy natural porque no tuve esa influencia de alguna manera. En mi casa no había ningún familiar que se haya dedicado al teatro. Por esta razón me costó mucho porque, claro, siempre los papás quieren que una ´sea chica de bien´; también las condiciones económicas con las que los artistas en general vivimos en el Ecuador son difíciles, son complejas y los papás quieren que tengamos una carrera que sea rentable económicamente”.
Pero a pesar de los impedimentos, a ella le nació el amor al teatro desde niña. “Recuerdo claramente que en el barrio donde crecí, en un condominio, siempre fui la líder; yo reunía a todos los niños y los llevaba a la casa comunal y hacíamos dobles, nos llevábamos la ropa de los papás. Siempre estuvo en mi vena. A los 18 años, yo estaba clarísima que eso era lo que quería”, recuerda.
Y así fue cuando un día decidió tomar el camino. “Le dije a mi papá ´me voy a volver´, y jamás volví”. Y así fue como cuando se graduó decidió ir a Quito.
“Primero, me querían casar y yo les dije que no”, cuenta. Así fue como se fue enamorando de la gama de colores que le dio esta ciudad para desarrollarse como actriz.
El resto ya es historia. Pasó por algunos grupos y colectivos de teatro como Malayerba, Patio de Comedias, entre otros, donde se fue formando en este oficio. También, poco a poco se fue convirtiendo en una de las actrices más queridas por el público ecuatoriano cuando incursionó en la televisión, en programas como "Esta gente es una vaina", "Las Zuquillo", "Las mujeres de Pocholo", "Canta si puedes" y en otras series de drama y comedia. También obtuvo el papel protagónico en la telenovela "El exitoso licenciado Cardoso" y en algunos capítulos de "Historias Personales".
En la actualidad tiene 47 años y ha transitado en este camino artístico por alrededor de 30 años. Asegura que lo ha hecho desde el corazón, convencida a pesar de las vicisitudes o los vaivenes que tiene el oficio.
Una mujer sin arrepentimientos
Monserrath recuerda al personaje de su último monólogo: María la Diabla, que además inspiró a la tienda que está abriendo, dedicada para mujeres, para darles espacios de reconocimiento, de mimos, auto cariño, valoración y autoestima. “Fue algo especial porque justo estoy en la transición de la edad, entre los 40 y los 50, en que no estás ni aquí ni allá. Es rarísimo, no eres ni joven ni vieja. Vas entrando en una etapa de la menopausia que no para todos es linda. Pero no siempre es la tragedia griega. En mi caso no ha sido así. Evidentemente el cuerpo cambia, las sensaciones hormonales, se alteran. Pero también es una etapa donde yo me he dado cuenta de lo hermoso que es estar en este espacio. Si me preguntas, yo no retrocederá ni un segundo de mi vida a ninguna edad. Esta edad madura me da una sensación de florecimiento, de cosechar todo lo aprendido, lo vivido…”.
Dice que no se arrepiente de su camino: “Cuando miro atrás, pienso: qué hermosa que ha sido mi vida, qué gratificante haber hecho de mi vida mi propio camino, a punto de estar convencida de eso. Entonces eso es María la Diabla, una poeta urbana, en la que yo siento que me voy convirtiendo porque mis obras primero son una poesía que nadie entendería.
Solita yo me entiendo y escribo en ese formato. Es muy romántico y poético. Y luego lo voy transformando en este espacio cómico para que sea un lenguaje mucho más masticable para las personas, pero tiene un contenido bien profundo”.
De lo que jamás se arrepiente es de su nueva faceta como madre que inició hace siete años “Tuve un antes y un después, que me hizo evolucionar infinitamente porque somos personas cíclicas. Y ahora estoy cosechando también eso porque mi hijo tiene siete años y es muy maduro para vivir, lo hace con seguridad”.