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Puerto Misahuallí: La playa de agua dulce en el corazón de la Amazonía

El intenso sol de verano acompaña a los bañistas en Puerto Misahuallí, una playa de agua dulce ubicada cerca del Tena, provincia del Napo, Amazonía ecuatoriana.

Mientras camino por el puerto, revolotean a mi alrededor coloridas mariposas: rojas, amarillas, azules... Al llegar a la orilla, me encuentro con una postal de la que ya había escuchado antes: niños, jóvenes, adultos -nacionales y extranjeros interactuando y riendo con unos cuantos monos capuchinos que pasean de árbol a árbol. Una de ellas, va de un lado para el otro con su bebé que cuelga de su espalda, ante las enternecidas miradas de los visitantes.

Es septiembre. El intenso sol de verano acompaña a los bañistas en Puerto Misahuallí, una playa de agua dulce ubicada cerca del Tena, provincia del Napo. Ahí es donde termina un río y empieza el otro: el Misahuallí convive armoniosamente con el Napo, el más grande del país, que en un punto se encuentra con el gran Amazonas. Una línea divisoria pintada en el agua muestra que ambos son vecinos. A sus riberas llegan botes de colores que están listos para llevar a los turistas hacia las comunidades indígenas acompañados por guías nativos. Sara Acerva, es una de ellas. Es una mujer de mediana edad que pertenece a la comunidad Muyuna. Ella cuenta que existen alrededor de 60 canoas que dan ese servicio. Cuando le pregunto sobre el significado de Misahuallí, recuerda las conversaciones que tuvo con sus abuelos: ellos le contaron que ese nombre tiene origen religioso. “Los curas fueron los que pusieron ese nombre porque antiguamente celebraban la misa en la playa”, menciona. Una versión similar es la que da el GAD Parroquial de Misahuallí que añade que “por falta de energía se utilizaba cera que la llamaban “hualli”, desde entonces los pobladores dieron el nombre de Misahuallí a la “misa con velas”.

Un paisaje familiar y de fácil acceso

No es raro ver a familias “veraneando” en el río. Este destino no sólo te invita a tomar un refrescante baño para quitarse el calor de encima sino que también permite acceder a la Amazonía de manera fácil ya sea porque sus carreteras están habilitadas o porque el contacto con los pobladores de la selva está a una canoa de distancia. Además cuenta con alojamientos de varios precios y oferta de turismo de aventura.

Paola Escobar, es una de las turistas que escogió este destino para pasear con sus dos hijos y su esposo. Una de las razones que les condujo hasta ahí fue cambiar de paisaje ya que en verano solían ir por un destino costero de playa. “No conocía- mos el Oriente y nos llamaba la atención aventurarnos más, descubrir la flora y la fauna que tiene la Amazonía de nuestro país. El destino nos ha parecido lindo, es una experiencia úni- ca. Conocimos la comunidad y el jardín botánico. Ahí descubrí cosas nuevas como la medicina natural que usan, por ejemplo me pusieron un remedio en la nariz para aliviar la sinusitis. Lo que más he disfrutado es conocer culturas nuevas y el estar completamente alejados de la ciudad”, menciona mientras ella y su familia sonríen con el rostro pintado con tinta de achiote y figuras kichwuas.

Maitos y chontacuros, ¿te atreves a probarlos?

En el parque de Puerto Misahuallí se encuentra el restaurante Bijao. Cleiner Vasco, la propietaria del lugar, se encuentra en la entrada con un gran asadero que cocina unas porciones de comida envueltas en hojas verdes. En una mesa, unos gusanos se mueven sobre un recipiente. Los turistas curiosos se detienen ante estos dos platos típicos de la amazonía. Muchos de ellos se animan a entrar al lugar para probar los famosos maitos y pinchos de chontacuro.

Chandel Huadillo, de 16 años, nos cuenta la historia del lugar y de la comida. “El local es de mi mamá. El restaurante se llama el Bijao restaurante, fue el primero en vender platos típicos en Misahuallí. El maito de tilapia, de pollo y los pinchos de chontacuros son bastante buscados por los turistas nacionales y extranjeros”. El joven me cuenta que la preparación del maito consiste en envolver a la tilapia en una hoja de bijao con un poco de sal. En el caso del pollo se lo sumerge en agua salada.

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La hoja, al ponerse en la brasa, comienza a sudar y tiene un sabor único. “El bijao se puede encontrar en cualquier parte de la selva, no se destruye al atar y es muy resis- tente”, agrega. Los chontacuros -explica- son de la palma de chonta. La “chonta” es la palma y el “curo” en kichwua es gusano. “Se lo puede encontrar en 4 palmas distintas: chonta, morete, pambil y tocte. De cada palma pueden llegar a salir de 300 a 400 chontacuros. Si se les deja en su hábitat natural se pueden convertir en escarabajos goliat. Se los puede preparar de muchas maneras. Aquí por lo general los prepa- ramos asados pero si los turistas lo piden los podemos preparar en maito, cocinado, frito, o se lo puede comer vivos”, cuenta.

El costo por 4 chontacuros es de USD 2, mientras que el maito (sea de pollo o pescado) tiene un valor de USD 5. Los platos incluyen guayusa fría y refrescante, la bebida energética de excelencia de la Amazonía ecuatoriana.

Una puerta al Turismo Comunitario

El turismo comunitario es una forma de viajar aportando económicamente a quienes viven en estos lugares y contribu- yendo a su desarrollo. Cerca de Misahuallí hay tres comunides que ofrecen estas experiencias. Una de ellas es Rumihurco que cuenta con hospedaje, observatorio natural, música y danza, mini zoológico, gastronomía, limpias shamánicas, artesanía y medicina natural. Nos recibe Melania Kalapucha. Ella hace una explicación demostrativa de la elaboración de la chicha de yuca, una bebida fermentada. Continuando por la comunidad, presenciamos las danzas típicas de las mujeres, y otras manifestaciones culturales. De regreso a Puerto Misahuallí, el cielo de un día de verano se convierte en un rojo atardecer. Los sonidos de la selva acompañan a un descanso reparador para continuar con la aventura en la Amazonía ecuatoriana, una de las zonas más diversas del mundo.

Texto: Cristina Guevara

Fotografía: Iván Franco 

12 septiembre 2022
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