Solo para dar a unos ‘jeans’ ese aspecto desgastado y roto, tan de moda hoy, se utilizan cientos de litros de agua y agentes químicos.
A la hora de hacer la industria de la moda más sostenible entran en juego numerosos factores, que van desde la extracción de las materias primas hasta la gestión de los residuos, sin olvidar los procesos de fabricación y distribución de las prendas. Todos estos eslabones de la cadena tienen su correspondiente huella ecológica, lo que hace complicado medir con precisión el impacto medioambiental de cada prenda.
El algodón cultivado de manera extensiva y sin tener en cuenta criterios ecológicos tiene un impacto importante en el medioambiente. “El cultivo del algodón es un gran consumidor de agua. El mar de Aral, la masa de agua más grande de Asia Central, ha tenido que dar de beber a la industria de Uzbekistán, uno de los principales exportadores de algodón del mundo; hoy le queda apenas un 10 % de su masa original”, explican las periodistas Nazaret Castro y Laura Villadiego en su libro ‘Carro de combate: consumir es un acto político’.
En los últimos años, la investigación ha conseguido crear textiles de otro tipo de materiales sostenibles para la moda y la creación de ropa ecológica. Es el caso del SeaCell, una fibra sintética 100 % biodegradable elaborada a partir de la celulosa de la madera y de algas marinas; o el Piñatex, un producto elaborado a partir de la fibra de la piña. También hay proyectos, como el de Ecoalf, que fabrican todas sus prendas con plástico reciclado.
El primer paso para empezar a consumir mejor es estar informado. “Recomiendo siempre no comprar algo que no sepas dónde está fabricado ni con qué. Encontrar esta información no es sencillo, y en ocasiones es fácil caer en el engaño, pero es algo que se va entrenando”, señala Carmela Serantes. “Una vez te pones a leer y a buscar, es bastante fácil ver qué empresas son, al menos, transparentes. Lo importante es ir más allá de etiquetas de ‘sostenible’ y ‘ético’ y encontrar el porqué.
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Fuente: BBVA