Una vez dentro de la ciudad, el sonido de los cuatro ríos que la bañan (Tomebamba, Tarqui, Yanuncay y Machángara) anuncian que estamos en su zona central. Me atrevería a decir que Cuenca es uno de los destinos preferidos de los ecuatorianos y de los extranjeros que -como si se tratara de una gema preciosa- la llegan a descubrir. Cuando le consulté a María Angélica León, Directora Ejecutiva de Fundación Turismo Cuenca, cuál es la razón por la que Cuenca tiene tan buena reputación a nivel turístico, me contesta: “Cuenca es una ciudad con una buena calidad de vida y buenos servicios básicos. Otro factor es el buen manejo de la limpieza de la ciudad, -no solo en las calles, que es la percepción del turista-, sino que tiene un buen manejo sanitario”.
Pero las razones por las que esta ciudad enamora a propios y extraños sólo se las descubrirán caminando por sus calles, hablando con sus personajes y conociendo ese carácter que construye a los “morlacos”.
Caminar por el Parque Calderón es encontrarse con un escenario sincrético: por un lado se encuentra la marcada tradición religiosa evidente en los templos que rodean la plaza, entre ellos la antigua y nueva catedral y los vestigios de dos culturas prehispánicas: los Incas y Cañaris. A esto se suman los extranjeros, gran parte conocidos como expats, jubilados que encontraron aquí varias razones para quedarse. Con respecto a este tema, Nathaly Vásquez, Coordinadora del departamento de Turismo y Cultura de la Arquidiócesis de Cuenca considera que: “Nuestras culturas, luego de la conquista española de alguna manera se adaptaron para conservar su cosmovisión y también la fe católica que viene de España. El asentamiento español fue sobre este centro histórico que actualmente conocemos y que era un espacio bastante usado por los cañaris. Por ejemplo, el arte mariano (dedicado a la virgen María) tiene flores endémicas”. Vásquez me guía por la Iglesia del Sagrario, “conocida cariñosamente como Catedral Vieja”. La misma tiene más de 400 años de historia y cuenta con un gran inventario de arte religioso con sus mejores representantes como: Vélez, Sangurima, Nicolás Vivar, entre otros; y la presencia de muros Incas y Cañaris.
“Sean bienvenidos a esta gran ciudad a la que yo llegué, allá en 1736, con mis compañeros, los miembros de la Misión Geodésica Francesa. Aquí -entre otras cosas- pude descubrir a una doncella, Manuela Quezada, que -como toda cuencana- tenía también un apodo, le decían cusinga, es decir que es una mujer sonriente, alegre. Con ella entablamos una relación más allá de la amistad que para el resto de cuencanos no era aceptada…” Así comienza el relato con acento francés (con fuerte pronunciación en la letra g) de Jean Seniergues, médico de la Misión Geodésica francesa que fue asesinado tras una revuelta en la Plaza San Sebastián en agosto de 1739, un hecho que hasta el día de hoy tiene varias versiones. Quien trae al presente a este personaje histórico es Piper Zalamea- Zielinski, actor del Colectivo Artístico Barojo que todos los sábados, a las 11:00 de la mañana, presenta las Rutas de Leyendas, en las que cuenta sobre la historia de Cuenca y su relación cultural con la muerte, a través de un recorrido por las catedrales vieja y nueva, incluídas sus catatumbas.
Según su personaje, que murió el 2 de septiembre de 1739 tras agonizar cuatro días en los brazos de su amada, la palabra “morlaco” proviene de una carta escrita por el jefe de la Misión Geodésica, Marie de la Condamine, titulada ‘La Letra Mandame’, en la cual indicaba que fue asesinado en estas tierras porque los cuencanos, que bajo la influencia del alcohol, se comportaron como los toros, que corren despavoridos por las calles y las plazas de Pamplona, los que eran llamados morlacos; de ahí el apodo de los cuencanos.
Al caminar por esta ciudad puedes encontrarte y entablar conversaciones con personajes que forman parte de la misma, o con turistas que se han sentido atraídos por este gran destino. Homero Ortega, de 75 años, es el propietario de la fábrica de sombreros de paja toquilla que lleva su nombre. Cuando converso con él y le pregunto por qué la gente ama a Cuenca, él me dice que “es por la calidad humana de la gente. La gente es bondadosa, cariñosa, los cuencanos somos muy querendones. Por otro lado, hay muchos lugares que visitar en Cuenca”. El empresario, hace una invitación para que visiten este destino “serán bien acogidos”, concluye.
Pero hay otros factores que hacen de este lugar, un gran destino para visitar. Por ejemplo, para Violeta Gálvez, una turista de Quito quien trabaja en Marketing Digital y que visita por segunda ocasión la ciudad, “Es un destino en el que sientes mucha seguridad, al caminar, al tomar fotografías…”
Ya sea en sus plazas, sus ríos, por su Calle Larga o su Cruz del Vado -nada silenciosos-, Cuenca ofrece mucho para descubrir. Tal vez ahí está la respuesta a por qué nos enamora tanto esta ciudad, porque es un destino que nunca deja de sorprendernos.